¿No me entiendes?

lunes, 16 de diciembre de 2013

No puedo levantar la mirada.

Siento vergüenza. Si, siento vergüenza por muchas razones. Siento vergüenza porque una familia casi ha sido exterminada, si exterminada, por comer alimentos en mal estado. Comer, comer, comer… algo que hacemos tres veces al día. Ellos no. Una gran pena. Una familia normal, como la tuya o como la mía, que estrangulada por esta crisis buscaba cada día como ir a la cama con el estomago medio lleno. Tres personas muertas y otra muy grave. 61, 50 y 14 años.

Siento vergüenza porque un abuelo muere en el incendio de su casa por calentarse con un brasero. Como en la posguerra..., solo que 75 años mas tarde.

¿Terribles accidentes? No, accidente es que Botín muera por comer ostras tóxicas, que el Rey se joda la cadera cazando o fol…ando o que el avión de Amancio Ortega se estrelle. Accidentes no, son síntomas. Síntomas de que la pobreza se ha instalado en nuestras casas, se ha convertido en nuestro huésped y va a quedarse una temporada. El abuelo del brasero y los muertos de Alcalá de Guadaíra eran pobres. Y que en pleno siglo XXI, en países civilizados y ricos como el nuestro, muera gente debido a la pobreza es para ponerse bien rojo de vergüenza. Como un tomate.

Siento vergüenza porque todos debiéramos haber hecho algo y no lo hicimos. Vergüenza de unos políticos y dirigentes que pasan de nosotros y su única preocupación es el voto que les va a permitir seguir esquilmando el país en su beneficio. Vergüenza de nosotros mismos porque se lo permitimos.

Ya se que existe la solidaridad en nuestra sociedad, que hay mucha gente aportando su granito de arena en Caritas, en los Bancos de Alimentos y en organizaciones grandes y pequeñas que están apareciendo en cada barrio o pueblo para ayudar a aquellos en situación desesperada. Organizaciones que, con buena voluntad y mucho trabajo, ayudan a paliar situaciones dramáticas y que están supliendo a la administración pública, que resulta ser la  responsable de este desaguisado y es la que debiera proponer solución al problema. En lugar de destinar nuestro dinero a dar cobijo, alimento y calor a los que lo necesitan, nuestra administración lo destina a salvar el culo a nuestros banqueros, ricos, riquísimos, para que lo sigan siendo.


Solidaridad si pero justicia poca. Y vergüenza, mucha.