Ha pasado un mes desde la huelga
general del 29-M y, después de todo el alboroto generado por la misma, parece que para los sindicatos los
objetivos de la misma hubieran sido conseguidos. Después del estruendo mediático
producido por la huelga en sus más diversas vertientes, la pregunta del millón
es… ¿Y AHORA QUE?
Desde el Gobierno cada semana,
menos mal que solamente hay Consejo de Ministros los viernes, nos anuncian nuevas
medidas y recortes que nos obligan a realizar más agujeros al cinturón porque
estábamos muy mejorados. Con esto vamos a conseguir ahorrar en el Sistema
Nacional de Salud ya que nuestro colesterol no va a resultar problema y para la
temporada otoño-invierno los diseñadores de las firmas de moda van a poner las
trabillas de los pantalones a la altura del cuello, que va a resultar el único
lugar en el que vamos a poder sujetarlo con el cinturón.
La parte sindical… pues no sabe,
no contesta. Después de la guerra que provoca el seguimiento a una huelga
general, yo el 29-M hice el amor a oscuras con mi señora para que no aumentase
el consumo eléctrico, y después de
gritar a los cuatro vientos que habíamos ganado la huelga general se han tomado
unas reparadoras vacaciones. O quizá han sido despedidos en aplicación de la
reforma laboral y están rellenando los papeles del paro.
También estoy echando de menos a
los indignados del 15-M, Democracia Real Ya y otros movimientos similares. Por
bastante menos acamparon en las plazas de las ciudades, o quizá resulta que
este no es año electoral.
Se echan en falta las medidas
llenas de imaginación empleadas en tiempos pasados y que tan eficaces
resultados cosecharon, sobretodo en el corto plazo, como la guillotina, las
galeras y el garrote vil. Existen estudios que indican que aplicadas a
gobernantes corruptos, a maridos y maridas de políticos y políticas que se
llevan sueldos inimaginables por trabajar como asesores y asesoras de las mas
diversas empresas a las que el estado asigna contratos, a políticos de vocación que son nombrados por el dedo
de Dios consejeros de empresas con capital público, a toda la cohorte de
babeantes trincones que acompaña a casi cualquier cargo político con animo de
mejorar las cuentas, propias por supuesto, y a los “cazaelefantes”
especialmente, el déficit público se reduce de forma drástica..
Volviendo a la pregunta del
millon… ¿Y AHORA QUE?
Pues lo que nos merecemos, AJO Y
AGUA.