¿Sabéis en que se parece el
Congreso de los Diputados y el Hogar del Jubilado de mi barrio? ¿En nada? Os
equivocáis. Voy a sacar unos parecidos.
El primero. En ambos casos, poseen un local exclusivo y
acondicionado para ellos en el que los demás no podemos entrar. (De hecho,
alguna vez que hemos intentado entrar en el Congreso hasta nos han “apaleao”).
El segundo. En ambos casos, muchos de los que ocupan los asientos
se dedican a leer la prensa o, directamente, se duermen. (En el Congreso hasta alguno revisa la cuenta del super o juega
con su tableta, donde los jubiletas no llegan a esto).
El tercero. Las discusiones
que tienen lugar en ambos sitios no sirven para nada. (La diferencia es que en
el Hogar de los Jubilados la mayoría defiende sus ideas, mal o bien, y en el
Congreso son palmeros de las direcciones de los partidos que les han puesto ahí).
El cuarto. Muchos de los socios del Hogar del Jubilado de mi barrio
nunca va al local, ni se preocupa de su gestión, ni toma decisiones sobre su
funcionamiento. Clavaditos a la mayoría de los Diputados del Congreso.
El quinto. Todos los socios del Hogar del Jubilado son
pensionistas. Exactamente igual que los del Congreso. Quizá debiera haber
puesto que son clases PASIVAS, definición más exacta. (La diferencia es como
han llegado a ser pensionistas y que tipo de pensionistas son pero… pensionistas son).
El sexto. En el Hogar del Jubilado de mi barrio se realizan
diversas actividades para facilitar la salud y bienestar de los socios como son
podólogo, peluquería, gimnasia y talleres de manualidades. En el Congreso también
hay multitud de servicios a disposición de los señores Diputados como bedeles,
ordenanzas, secretarias, personal adscrito a los partidos (de confianza,
vamos), y además se ponen a su disposición las mas modernas tecnologías como
IPAD, IPHONE y PORTATILES.
El séptimo. En el Hogar del Jubilado de mi barrio se hacen
excursiones para visitar diferentes lugares. Que decir de nuestros insignes
Diputados que van a visitar los campamentos del Sahara, o viajan a cualquier
maravilloso país como observadores de las elecciones o, en muchas ocasiones, a cualquier
sarao “político” que se les ponga a tiro. Si, ya sé que los jubilados van en
bus enlatados como sardinillas y los Diputados en CLASE PREFERENTE, pero viajar…
viajan, ¿o no?
El octavo. ESTA ES NUEVA, ME ACABO DE ENTERAR.
En el Hogar del Jubilado de mi
barrio los precios de la cafetería están fijados por la dirección y son reducidos
ya que, en su mayoría, los socios no son de clase pudiente sino antiguos
trabajadores a los que ha quedado una pensión justa para sobrevivir. En el
Congreso, a pesar de que SUS SEÑORIAS se levantan más de 5.000 eurotones y
disponen de variadas dietas de alojamiento y manutención a cargo del erario público,
también los precios son bajos y están fijados por la dirección. Y resulta
que el CAFÉ (0,85€) cuesta lo mismo en el Congreso que en el local de los
jubiletas. Y la coca-cola, y la cerveza. Ahora comprendo aquella situación en la
que el Presidente (ahora, ex) Zetapeta no sabía el precio de un café en la
calle. ¡Que desfachatez!
¿Qué os parece? ¿No os ha
alterado un poco el último punto, por ser de nuevo conocimiento claro? ¿No
pueden SUS SEÑORIAS tomarse un café de maquina de esos de 0,50 euros o comerse
un pincho o un sandwitch de máquina como hacemos el resto de personas normales?
¿Por qué el bar del congreso dispensa bebidas alcohólicas de alta graduación? ¿Os
parece lógico que todos los que contribuimos con nuestros impuestos subvencionemos el menú del día a
estos SEÑORITOS? ¿Y las birras? ¿Pensáis que SUS SEÑORIAS, de estar sobrios y
no ebrios, tomarían las mismas decisiones que las que tenemos que soportar
ahora?
¡ESTO SI QUE ES CAFÉ PARA TODOS
(ELLOS, POR SUPUESTO)!